viernes, 25 de abril de 2008

Inaugurada un Arca de Noé para semillas

La Bóveda Global de Semillas de Svalbard, en el Círculo Polar Ártico, ha quedado oficialmente inaugurada en una ceremonia en la que se han depositado 100 millones de simientes procedentes de un centenar de países de todo el mundo.

El proyecto, impulsado por el Gobierno noruego, el Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos y el Banco Genético Nórdico, permite la creación de un depósito seguro de bancos de duplicados de semillas de cultivos alimentarios, asegurando su supervivencia frente a fenómenos como el cambio climático y catástrofes naturales.

Situada cerca de Longyearbyen, en una isla del archipiélago noruego de Svalbard, la bóveda bautizada como Fin del mundo o Arca de Noé, ha sido excavada a 130 metros de profundidad en una montaña de piedra arenisca, impermeable a la actividad volcánica, los terremotos, la radiación y la crecida del nivel del mar.


Los hielos perpetuos de la isla proveen
refrigeración natural y aseguran que la
temperatura nunca superará los 4º bajo
cero si falla el sistema de refrigeración


Las semillas permanecerán almacenadas a una temperatura de -18 grados Celsius, que garantiza una baja actividad metabólica y un perfecto estado de conservación durante siglos; en caso de fallo eléctrico, el permafrost ártico (capa permanentemente helada) del exterior actuaría como refrigerante natural. Una veintena de instituciones de todo el mundo han enviado muestras para participar en el proyecto.

La bóveda acogerá semillas de cerca de 90 cultivos, como la alfalfa, espárrago, judía, cebada, albahaca, acelga, zanahoria, lenteja, tomate, cebolla, patata, guisante, espinaca, trigo y arroz. Se trata de variedades poco frecuentes o tipos tradicionales producidos en países en desarrollo, excluyendo árboles frutales y plantas medicinales, así como organismos genéticamente modificados.

Sólo en caso de que todas las fuentes de semillas de ese tipo hayan sido destruidas o se hayan agotado podrán ser extraídas del almacén, a no ser que los países donantes -que son los propietarios de las simientes- así lo requieran.